La Quincena Musical de San Sebastián llega a su ecuador con tres grandes citas musicales imprescindibles. La Budapest Festival Orchestra de Ivan Fischer, la violinista Patricia Kopatchinskaja y la joven prodigio Alexandra Dovgan serán los protagonistas los días 17, 18 y 19 de agosto.
El primero de estos conciertos será el que reunirá a la Budapest Festival Orchestra junto a la violinista moldava Patricia Kopatchinskaja. El Kursaal volverá a disfrutar de la gran musa del violín el 17 de agosto en un concierto que dará su pistoletazo de salida con la Obertura sobre temashebreos de Sergei Prokofiev. Obra curiosa y poco transitada en el canon sinfónico, que incorpora melodías tradicionales judías, fusionando la música folclórica con el estilo distintivo de Prokofiev.Su estreno en Nueva York fue un éxito y demostró la capacidad para integrar elementos étnicosen la música clásica.
A continuación, será el turno de la violinista moldava, quien interpretará el Concierto para violín nº2 de Béla Bartók. Compuesto entre 1937 y 1938, es una de las grandes obras maestras del siglo XX. Fue escrito para el violinista Zoltán Székely, quien solicitó un concierto con la forma tradicional de tres movimientos, pese a que Bartók también incluyó elementos de variación. La obra refleja una fusión única entre la música folclórica húngara y técnicas compositivas modernas. Para muchos, este concierto es el paradigma de los conciertos para violín, luchando a capa y espada por este título con el de Chaikosvki.
Kopatchinskaja es conocida por su espontaneidad en el escenario y su disposición a desafiar convenciones, lo que a veces genera opiniones divididas entre los críticos y el público. Sin embargo, su habilidad para explorar nuevas interpretaciones y su capacidad para ofrecer perspectivas frescas sobre obras conocidas se ha ganado la admiración y el respeto del público y la crítica.
La segunda parte de este recital ofrece la Sinfonía nº7 op.70 de Antonin Dvorak, compuesta entre 1884 y 1885 y caracterizada por sus contrastes dinámicos y la riqueza melódica típica del compositor checo. La obra comienza con un primer movimiento enérgico y dramático, seguido de un Adagio lírico y contemplativo que destaca por su emotividad. El Scherzo, con su ritmo marcado y vigoroso, contrasta con la serenidad del tercer movimiento. El final, con su desarrollo tempestuoso y grandioso, culmina en una brillante conclusión que subraya la maestría de Dvořák en la forma sinfónica.
La segunda cita de Ivan Fischer y la Budapest Festival Orchestra será el 18 de agosto, en un concierto íntegramente dedicado a W. A. Mozart.: la Sinfonía nº38 KV504 “Praga”, obra repleta de vitalidad y sofisticación, que refleja el estilo operístico y la energía característica de esa ciudad; y el Réquiem KV626, obra que no precisa de presentación y cuyas teorías de la conspiración han animado a algún que otro director de cine a dar rienda suelta a su imaginación. Para este concierto, Fischer contará con la participación del Orfeón Donostiarra, coro insignia no solo de la ciudad de San Sebastián sino también uno de los grandes referentes corales del panorama europeo, que en sus 127 años de historia se consagra como una de las entidades que más ha interpretado la obra póstuma del genio de Salzburgo. Los solistas en esta ocasión serán la soprano Anna Lena Elbert, la contralto Olivia Vermeulen, el tenor Martin Mitterutzner y el bajo Hanno Müller-Brachmann.
La última de estas grandes citas musicales que colman el ecuador de la Quincena Musical tendrá lugar el 19 de agosto en el Teatro Victoria Eugenia, con el debut en el festival de Alexandra Dovgan, una de las grandes promesas del piano yque, en palabras de Grigory Sokolov: «No es una niña prodigio. Es un prodigio, pero no toca como una niña. Le auguro un gran futuro».
La pianista rusa ha escogido un repertorio profundo a la par que complejo: la Sonata nº 3 1 op.110, de Ludwig van Beethoven; la Sonata nº 2 op.22 de Robert Schumann; Preludio, Gavota, Giga de Johann Sebastian Bach, en una transcripción de Sergei Rachmaninov; las Variaciones Corelli op.42, también en el arreglo de Rachmaninov; la Sonata nº 2 op.19 de Alexander Scriabin.