15 Oct
15Oct

Los profesores D. Acemoglu, S. Johnson y J. Robinson han obtenido el Premio Nobel de Economía 2024 por sus estudios sobre cómo la fortaleza de las instituciones influye en la prosperidad económica relativa de los países. Su mensaje es especialmente relevante hoy, cuando se observa un retroceso global en la calidad institucional, destacan Enrique Alberola, asesor y editor del Blog de Economía Internacional y Área del Euro, y Carlos Sanz, de Análisis Estructural y Estudios Microeconómicos del Banco de España, en el Blog de la institución.

¿Por qué fracasn los países? Por la calidad de las instituciones, es la respuesta de los economistas galardonados. Las instituciones determinan la relación entre quienes ostentan el poder (las élites gobernantes) y el resto de la sociedad. Cuanto mejores son, mayor es la prosperidad y mayores son las posibilidades de desarrollo económico. 

Los galardonados con el Nobel de Economía distinguen entre dos tipos de instituciones:

  • Las instituciones inclusivas, que se fundamentan en el respeto al Estado de Derecho, y que suelen estar asociadas a sociedades democráticas. En estas instituciones, las élites permiten a la ciudadanía desenvolverse, de forma que alcance sus objetivos económicos y sociales. De este modo, este tipo de institución incentiva los comportamientos que facilitan el buen funcionamiento de la economía, la creación de riqueza y el desarrollo de la sociedad civil. Y una sociedad civil fuerte demanda mejores instituciones, con lo que se genera un círculo virtuoso de crecimiento económico, progreso social y mejora continua de las instituciones.
  • Las instituciones extractivas, donde se conculcan derechos básicos y no hay seguridad jurídica. Aunque son más comunes en autocracias, también pueden estar presentes en democracias. En este caso, las élites persiguen extraer los recursos del resto de la sociedad para su propio beneficio. Este contexto limita el incentivo de la sociedad a generar riqueza, emprender e innovar y menoscaba el desarrollo social.

Y respaldan su tesis con el análisis empírico de la colonización europea a partir del siglo XVI, con la comparación entre modelos de colonización (más o menos extractivos) y los resultados en términos de desarrollo económico.

Un punto importante que se deriva de su teoría es que la brecha de  desigualdad entre naciones no es fácil de cerrar. La fortaleza institucional favorece no solo el crecimiento económico, sino la propia mejora de las instituciones. Pero la debilidad institucional obstaculiza no solo el desarrollo, sino también el fortalecimiento institucional, lo que muchas veces impide cerrar la brecha. Otro punto es que las reformas, para ser efectivas, requieren el contexto adecuado, como explican en un artículo sobre la independencia de los bancos centrales, precisamente. 

En las últimas décadas, la mayoría de los bancos centrales se han convertido en independientes de los gobiernos. Y esta independencia se considera una de las razones para la reducción de la inflación en muchos países. Lo que demostraron los tres laureados es que en los países con instituciones extractivas los resultados en términos de control de la inflación eran peores. La razón que dan es que las demandas de las élites seguían requiriendo un cierto nivel de distorsiones en los precios que acababan generando inflación.¿Cómo romper el círculo vicioso entre instituciones y prosperidad? A través de los cambios en el equilibrio social. Un problema de las élites extractivas es la falta de credibilidad y de confianza por parte del resto de la sociedad. Para mantener el poder están tentadas de prometer cambios para mejorar el bienestar de la población, que raramente cumplen. Esta situación genera descontento que puede acallarse, bien con más represión, o bien con la constatación por parte de la élite de la necesidad de reformas y de ceder parte del poder político a la ciudadanía. En este caso los cambios pueden darse de modo gradual y pacífico, como en las transiciones democráticas; en el primero, pueden ocurrir de repente y de modo convulso, como en las revoluciones.

Acemoglu y Johnson, en su libro Poder y progreso, también han analizado el papel de la tecnología y la innovación en el crecimiento económico y en la configuración del poder. Por un lado, reconocen el efecto positivo del progreso tecnológico (democratizador) sobre las instituciones a lo largo de la historia. Por otro lado, alertan de que la revolución tecnológica actual, liderada por la internet y la inteligencia artificial, y concentrada en grandes corporaciones, puede tener un impacto negativo sobre el empleo y la propia calidad de la democracia.  

La calidad de las instituciones en España

Desde hace 25 años, el Banco Mundial elabora unos Indicadores Globales de Gobernanza en los que valora cuatro grandes áreas de calidad institucional: el control de la corrupción, la efectividad del gobierno, la calidad regulatoria y el Estado de Derecho. El análisis tiene un ámbito global y permite las comparaciones internacionales. Y el Banco de España está prestando cada vez más atención a estas cuestiones, a través de la investigación de sus economistas.

¿Cómo queda España en estas clasificaciones? El gráfico muestra un retroceso, se observa una caída en cada una de las cuatro áreas desde mediados de los años noventa. Aunque la mayoría de los países ha registrado una pérdida de calidad institucional en los últimos años, la de España ha sido mayor. Esto supone una caída en la clasificación global y situarse por debajo de la media europea.

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