El IPC se ha situado por debajo del 3% por primera vez desde el verano de 2023, con una subida del 2,8% en febrero. La inflación subyacente, por su parte, sigue bajando lentamente (una décima) y se queda en el 3,5%. Los dos principales grupos que han bajado el IPC son de productos básicos: electricidad y alimentos.
Sin embargo, es una bajada de inflación muy engañosa. “Con respecto a los alimentos, no es porque bajen, sino porque suben menos que el año pasado. Aun así, estamos aún ante un aumento de precios de la alimentación de más del 5%, con productos que siguen subiendo, como el pan y la fruta”, denuncia Joaquín Pérez, secretario general de USO.
“Y, en relación a la electricidad, la bajada del precio del kilovatio hora no la notaremos en los bolsillos, al subir los impuestos. Desde USO defendemos una nueva fiscalidad para un producto básico como es la energía en el hogar: un IVA superreducido. El precio de la luz no puede condicionar la vida diaria de millones de familias”, reclama Pérez.
Entre los precios que no solo han subido, sino que lo han hecho más que hace un año, están los del transporte. Ha vuelto a aumentar el precio de los carburantes y también de algunos transportes de pasajeros.
En comparativa con los salarios, “la media pactada por convenio ya está pareja con el IPC, 2,85 %. Pero estamos muy lejos de recuperar el nivel adquisitivo previo a la guerra de Ucrania y la oleada de aumentos en productos básicos. Por ejemplo, los aceites han subido, desde 2021, un 120,8 %. Se han más que duplicado en tres años. El azúcar, un 62 %; la leche y los huevos, un 40 %. Y así, un largo etcétera. De esa pérdida acumulada, mes tras mes, los salarios no se recuperan, y hoy somos más pobres que en 2021”, arremete el secretario general de USO.
“Mientras algunas cadenas alimentarias y de supermercados presumen de incrementar sus beneficios en los últimos meses, se evidencia que parte de esos beneficios cada vez mayores son a costa de las familias”. Por eso, USO sigue apostando “por una vigilancia en la especulación de los alimentos, con una coordinación entre los ministerios implicados que no deje en el aire de quién es la competencia. Y, con respecto a los salarios, hay que apostar por las cláusulas de revisión y un porcentaje de recuperación de poder adquisitivo”, pide Joaquín Pérez.
El empleo y la geopolítica amenazan la lucha contra la inflación
Los mercados avanzados lograron en 2023 un retroceso objetivo de sus tasas de inflación. El incremento de precios cerró el año en el 3,4% en Estados Unidos y en el 2,9% en la zona euro, muy por debajo de sus valores de 2022. A pesar de estos avances, Crédito y Caución espera que tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo extremen la cautela a la hora de recortar los tipos en 2024.
El análisis de los bancos centrales muestra un panorama contrastado. Por un lado, el descenso del coste de la energía y los bienes industriales sigue impulsando caídas significativas de la inflación. Por otro, el aumento de los salarios, especialmente en el sector servicios, y las tensiones geopolíticas empiezan a empujar en sentido contrario. Los bancos centrales están muy centrados en reducir la inflación hasta los niveles objetivo del 2%. La última milla de ese camino puede ser la más difícil de recorrer.
La principal preocupación que explica la cautela de los bancos centrales es que el impulso deflacionista empiece a decaer justo cuando surgen nuevas presiones alcistas. Las cadenas de suministro han vuelto a la normalidad y los precios de las materias primas caen a medida que la economía mundial se adapta a la realidad postpandémica y a perturbaciones como la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania. El resultado ha sido un descenso de los costes de producción, pero muchos economistas creen que el impacto de estos factores disminuirá durante el primer trimestre de 2024.
La principal presión inflacionista está en la evolución que muestra el mercado laboral. En la zona euro, la tasa de paro sigue siendo históricamente baja y los salarios aumentaron más de un 5% en 2023. Esta evolución tiene implicaciones para la fijación de la inflación, especialmente en el sector servicios, en el que los salarios representan un porcentaje muy relevante de la estructura de costes.
Además, los ataques en el Mar Rojo han triplicado los costes de transporte marítimo de Asia a Europa, ya que los buques toman rutas más largas para evitar la zona de conflicto. Si esta interrupción se prolonga seis meses o más, puede añadir 0,2 y 0,3 puntos porcentuales a la inflación estadounidense y europea, respectivamente.
“No cabe duda de que la inflación ha descendido significativamente desde los máximos registrados tras la pandemia, y parece que esa tendencia a la baja se mantendrá en el corto plazo. Lo que está en duda es cuánto puede caer. Los banqueros centrales son conscientes de que sus objetivos de inflación del 2% y la credibilidad que conlleva su cumplimiento pueden no ser fáciles de alcanzar”, explica el economista jefe de Atradius, John Lorié. “No esperamos que los bancos centrales cambien a corto plazo su enfoque prudente respecto a los recortes de tipos. Tras las últimas estadísticas del mercado laboral, creemos que es realista situar en el final de la primavera los primeros recortes de tipos. La buena noticia es que la relajación de la política monetaria sigue siendo una cuestión de cuándo y no de si se producirá en 2024”, añade.