15 Jul
15Jul

'Fundamentos de la economía financiera. Gestión de carteras y finanzas del comportamiento', de David Cano y publicada por LID/Almuzara, adentra al lector en el fascinante mundo de la gestión de carteras de activos financieros. 

Su autor,  con más de 25 años de experiencia en los mercados (es socio de Analistas Financieros Internacionales y director general de Afi Inversiones Globales, SGIIC), explica que los precios de los activos financieros fluctúan con intensidad, por lo que resulta necesario conocer los fundamentos económicos que los respaldan. El precio de los activos financieros cotizados en los mercados (acciones, bonos, divisas, etc.) presentan una elevada volatilidad, se mueven por una cuantía muy superior a lo que cambian los fundamentos que están detrás de las cotizaciones. Esta distorsión es especialmente notable en períodos cortos de tiempo y se va suavizando a medida que se alarga el horizonte temporal. De esta forma, así como los movimientos de las cotizaciones a corto plazo siguen procesos que pueden parecer aleatorios, a medio y largo plazo se imponen los “fundamentos”.

El inversor debe elegir, siendo consciente de que, a mayor riesgo más rentabilidad, sí, pero de forma decreciente. Es decir, que por cada unidad de volatilidad adicional se puede conseguir algo más de rentabilidad, pero cada vez menos. Surge así el dilema en la gestión de carteras: ¿maximizar la rentabilidad o el binomio rentabilidad / riesgo?

Cuando optamos por asumir riesgo en una cartera de activos financieros y mantenemos la posición durante un período de tiempo lo suficientemente largo, se obtiene un extra de rentabilidad frente a optar por una inversión muy segura. Esta relación entre la rentabilidad y el riesgo a largo plazo es uno de los pilares de la gestión de carteras.

La lógica es que el riesgo se remunera a largo plazo. Pero conviene distinguir entre la rentabilidad nominal y la real (que tiene en cuenta la inflación) y entre la acumulada y la anualizada. Esta segunda es la que se debe utilizar para realizar cualquier medición del éxito de la gestión (relativizada por el riesgo). Una rentabilidad anualizada aceptable en una cartera es un 4% - 5% (algo por encima de la inflación). Y una rentabilidad muy buena es un 7% - 8% anual. Una TAE del 7% implica doblar el capital en 10 años.

Otro de los fundamentos de economía financiera básicos en la gestión de carteras es el efecto beneficioso de la diversificación. Porque cuando se incorpora un activo que presenta baja correlación con el resto (y más aún si es negativa) se consigue reducir el riesgo de la cartera… ¡sin recortar la rentabilidad esperada!

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