Miguel Ángel Valero
"Hay dos tipos de personas. Las que cuando leen un libro que no les gusta lo dejan a la mitad y las que siguen leyendo, con la esperanza de que encontrarían una razón que les haga continuar hasta el final".
La frase es de "Días salvajes' (Planeta, 345 páginas), donde David Jiménez cambia totalmente de registro respecto a sus novelas anteriores ('El botones de Kabul', 'El corresponsal'). Ya no estamos en recónditas dictaduras asiáticas, sino en la España eufórica del principio de la década, cuando un joven, heredero de una dinastía de banqueros, provoca con su Austin Martin DB9 plateado y su conducción kamikaze un accidente que arrastrará a tres familias hacia el abismo.
Corresponsal en Asia durante dos décadas y reportero en más de 30 países, David Jiménez fue, durante un año, director del diario 'El Mundo'. Una etapa que narra en 'El director' y en la que quedan retratados periodistas, directivos, empresarios y en la que salen a la luz escándalos y malas prácticas en los medios de comunicación.
Posiblemente hayamos perdido un periodista, pero desde luego hemos ganado un novelista. 'Días salvajes' es el retrato de la borrachera del poder, de los que se creen por encima de todo y de todos, pero también una reflexión sobre la venganza, la justicia, el duelo, la amistad, la coherencia, la memoria y, sobre todo, la lucha contra el olvido.
También es una novela sobre la vida, que como dice uno de los personajes, el marido de la todopoderosa banquera, "es un juego al que no se puede ganar". Porque "nadie verá nunca más allá de tu dinero. Lo tienes todo para ser infeliz"
Y sobre los negocios, donde "ninguna llave abre tantas puertas como el miedo", y donde "no hay nada más cobarde que el dinero".
Pero sobre todo es una descarnada reflexión sobre la existencia: "No podemos reparar el pasado, pero somos dueños del presente y podemos definir el futuro. Hay momentos en los que pensamos que nada puede mejorar. Pero la felicidad es posible".