06 Apr
06Apr

Miguel Ángel Valero

“Japón es un laberinto de los sentidos donde la sensualidad y la muerte se esconden tras cada esquina”, escribe Yves de Villegas, autor de 'La salamandra desnuda' (NdeNovela), en la dedicatoria del ejemplar que entrega al autor de esta entrevista y del comentario que publicaron dineroseguro.info y elblogdevalero.es

Yves de Villegas (Santander, 1972), de origen bretón, es ingeniero de caminos. Se doctoró con uns tesis sobre la presencia del ferrocarril en el cómic europeo de ciencia ficción. Con experiencia en la producción cinematográfica, conoce bien Asia porque trabajó allí como responsable de exportación de la patronal española de la industria. Actualmente es profesor universitario. 'La salamandra desnuda' es su primera novela para adultos, pero ya ha publicado dos libros infantiles. 

La novela trata de las peripecias de Alice Clowes, 30 años, “y mi vida termina aquí", que en Japón descubre que está embarazada cuando se encuentra en plena crisis sentimental, personal y financiera. Decide volver a su Escocia natal.  Pero en el sento (baño público separado por sexos, pero que también funciona como ágora y como punto de encuentro) del hotel cápsula donde quiere pasar sus últimas horas en Japón conoce a una mujer que huye de la Yakuza. 

Yves de Villegas acepta el reto de basar la entrevista en frases extraídas de la novela.

 Pregunta. “Los japoneses son obsesos de los reglamentos (…) La improvisación aquí es un crimen” (página 20). 

Respuesta: Los propios japoneses se definen como personas que siguen las instrucciones. No hacen nada que no esté dentro de ellas. Es una de sus características. En eso son parecidos a los alemanes. Esto genera una cultura de trabajo muy diferente a la europea, jerárquica, colectiva, que evita la toma de decisiones individuales, donde manda el grupo. Este planteamiento le viene muy bien a la industria. 

“Las relaciones son una larga obra de teatro ensayada desde la infancia” (página 21)

Desde la más tierna infancia, los japoneses son instruidos por la familia, por el colegio, para seguir una muy rígida normativa de comportamiento en la sociedad, con los horarios. Esta forma de relacionarse no existe en España, y crea una jerarquía social que en Japón se mantiene especialmente, con respeto máximo al padre, al maestro, al profesor, al jefe. Se trata de unos hilos sociales invisibles pero muy presentes. Y en 'La salamandra desnuda' son protagonistas de la trama. 

“En  Japón decir que no es ofensivo” (página 23)

No se utiliza prácticamente nunca. Pero esto no sucede solamente en Japón, porque es una característica de toda la cultura asiática. Por eso cuesta tanto entender qué es lo que quieren, qué es lo que no les gusta. Es lo contrario del alemán, que es de una sinceridad brutal, más que el norteamericano. Los asiáticos 'enjabonan' muchísimo, más que los españoles.

Los japoneses responden de lado si la cuestión es delicada” (página 39)

O no responden. Sin incapaces de llegar al enfrentamiento persona. Es muy complicado poner al japonés en una situación en la que no pueda decir que no.

”Una maraña de hilos, invisible para el que no ha nacido aquí” (página 59) 

Como ya he comentado, en Japón tropiezas con normas y reglas que no ves.

“Japón es el planeta Marte para los extranjeros” (página 63) 

Conozco  muy bien Francia, Alemania, varias naciones de Asia, y de todos los países en los que estado, Japón es el más extraño para un extranjero. Detrás de una pantalla de occidentalidad, hay una realidad en la que el extranjero se da cuenta de que no controla los códigos. 

Los japoneses “poseen una capacidad y sofisticación en el vicio que supera en sus rarezas las perversiones de los europeos más depravados” (página 108) 

Los japoneses son muy refinados para todo, para la comida, para el comportamiento, para el cine (con la censura de los órganos sexuales), también para el sexo. Es algo que puede resultar incomprensible para un europeo. Es la búsqueda de la perfección en todos los ámbitos. Además, no está mal visto, ni siquiera por la esposa, que el marido, dentro del ambiente del trabajo, se vaya de putas.

¿Cómo en uno de los países más ricos del mundo puede vivir la gente en esta semiesclavitud autoimpuesta, aceptada como natural?” (página 142). También, “una mujer en Japón admira al hombre que se mata a trabajar por la familia, aunque no lo vean nunca”. 

Esta situación va mejorando por la influencia de Europa, pero el trabajo, llevado incluso más allá de la salud, es una convención social. Se trata de un trabajo de por vida, y a cambio el trabajador lo da todo por la empresa. La familia ve con malos ojos que el marido rinda menos en el trabajo por estar con ellos. 

“Los occidentales evitáis los goces del cuerpo por un mal entendido sacrificio a vuestras castrantes divinidades”

Se trata del hedonismo, del culto al cuerpo, de la satisfacción, no hay conflicto con la religión. El japonés destroza su cuerpo trabajando, pero es capaz de una búsqueda del, placer, del bienestar físico, aunque no les gusta que les toquen. Es una cultura que no existe en España.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.