Miguel Ángel Valero
"Su lectura te marcará, porque es de esas que no se olvidan jamás", avisa en el prólogo de Por qué deberías tener un filósofo en tu empresa. Cartas de Sofía a un director general, de Pilar Llácer (Almuzara, 208 páginas) el editor, Manuel Pimentel. Destaca la necesidad de aportar miradas y principios filosóficos "innovadores, personales, entendibles y también aplicables" a la dirección de las empresas, especialmente en estos "tiempos de mudanza y vértigo".
Sofía, la autora de las cartas al director general de su empresa, "estudió Filosofía sin saber muy bien por qué", en una "de esas elecciones que te cambia el rumbo de la vida". Invita a llevar a la empresa la curiosidad, el pensamiento crítico, "ese cuestionarse", frente al "siempre se había hecho así" y al postureo.
Recuerda que "filosofar es pensar sobre algo con un determinado método". Y asegura que la verdadera naturaleza del liderazgo es "cambiar el rumbo de todas las historias" desde "la capacidad para cuestionar todo lo que se da por cierto". "Para eso sirve la filosofía: para hacerte al menos dudar, te guste o no", resalta.
Y menciona expresamente a los "jóvenes con efecto Copérnico", que "se atreven a expresarse sin miedo, a cuestionar normas y procedimientos, hasta a cambiar el eje de rotación de pensamiento", porque "no tienen miedo a manifestarse con transparencia y de forma directa".
"La filosofía, frente al pensamiento ejecutivo, te hará cuestionarte las respuestas que afectan a todos los agentes de interés, incluido tú mismo, a preguntas cotidianas tales como «¿para qué sirve tu trabajo?», «¿por qué voy a ser recordado?», «¿cuál es el propósito de la vida?», «¿por qué hoy es tan difícil lograr el compromiso?», «¿cómo combatir el tedio y el aburrimiento de una sociedad en constante novedad diaria?», y también y por qué no, cómo ser capaces de contribuir a un mundo más justo, a un interés general por encima del individual", explica.
"Quizá la verdadera reflexión no sea «¿adónde vamos?», sino «¿cómo llegamos?». Para encontrar nuevas respuestas, a veces es necesario cambiar las preguntas, pensar en el camino antes que en el destino", apunta.
Porque la filosofía nació para "derrumbar mitos y creencias, y ayudar a dar razón a un mundo que se volvía más complejo". Y su misión no ha cambiado en estos tiempos dominados por la tecnología y los algoritmos de la inteligencia artificial.
Del pensamiento ejecutivo a la curiosidad y a la pausa
El gestor de una empresa debe dar el salto del pensamiento ejecutivo al filosófico. El primero "busca siempre el beneficio personal frente al del equipo" cuando "la gloria, reputación, fama y honor extraordinarios que resultan de las buenas acciones y grandes cualidades, nunca se consigue en soledad, sino gracias a otros". El liderazgo auténtico "exige de curiosidad, amistad, estacionarse, cuestionar, creatividad, ejemplaridad, humildad, cierta radicalidad y mucha voluntad; en definitiva, los rasgos de la actitud filosófica".
Además, "la mirada a corto plazo solo conlleva batallas ganadas efímeras", los gestores atados al pensamiento ejecutivo "piensan a menudo que el fin casi siempre justifica los medios; miran al destino directamente en lugar de al trayecto".
"Tienes, en tus manos, trazar un presente y el futuro, pues posees la autoridad y el poder para llevarlo a cabo, y este trayecto solo puede realizarse cuestionando el legado y con los rasgos de la actitud filosófica", dice Sofía a su director general.
"Los rasgos de la actitud filosófica pertenecen a la esencia del ser humano, se encuentran latentes y es solo, en la interacción con el otro, con la dirección que indica la ética y la fuerza del liderazgo, que pueden ser llevados al acto, a manifestarse, siendo la curiosidad el motor primero que activa todos los demás", asegura.
Pilar Llácer reivindica "la necesidad de estacionarse; ese observar, ver, presenciar, apreciar, examinar, admirar, atender, considerar, reflexionar y meditar, que tiene que emerger como condición de posibilidad para una vida plena en los tiempos presentes. La pausa es necesaria para la comprensión y la acción en el sentido correcto".
"Cuestionar no es negar, sino que implica esa curiosidad por pensar que la realidad que se nos presenta como cierta, pueda ser de otra manera", argumenta. Por eso, "haz lo inesperado: sorprende mirando lo que nadie observa".
Al mismo tiempo, "la reflexión filosófica entre lo verdadero y lo falso o lo bueno o malo se erige como una de las grandes cuestiones de los tiempos presentes, ante el gran desafío de la tecnología como sexto sentido en el que la apertura del mundo virtual se nos presenta llena de interrogantes éticos".
Las respuestas del director general
El libro de Pilar Llácer interpela, pero especialmente por el acierto de plantear respuestas del director general de la empresa a las cartas que envía Sofía: "No tenemos realmente consciencia del impacto de cómo comunicamos, que en el fondo es cómo somos y cómo nos relacionamos con otros, pues la comunicación creo que no solo es el reflejo de un estilo, sino la propia esencia del liderazgo, y en casi todas las empresas no le damos la importancia que se merece".
"Pensar sobre los desafíos que tenemos en las empresas no debe producir tedio, pues me da la oportunidad de generar soluciones colaborativas, y fomentar que todos se sientan responsables, haciendo un gran ejercicio de humildad", añade el director general.
"En el presente de las empresas, ese espacio que nos cuesta tanto mirar, conviven cuatro o cinco generaciones que entienden el trabajo de una forma «radicalmente» diferente , con disposiciones, deseos, preferencias y prioridades distintas; una visión del mundo opuesto entre sí", resalta.
"En los tiempos presentes, parece que nadie logra identificar la fuerza capaz de conducir la atención y el compromiso de todas las generaciones", responde Sofía al director general de la empresa.
Sólo las empresas "que entiendan al ser humano en su totalidad, personal y laboral, serán las que sean capaces de salir a la maravillosa luz del universo y comprender que el centro de gravedad ya es otro", apunta.