Almuzara publica Entrenando para el éxito. Estrategias de alto rendimiento en deporte y empresa, de Francisco Javier de Miguel Muñoz. La obra permite descubrir cómo las estrategias ganadoras del deporte de élite pueden transformar el rendimiento y liderazgo en tu empresa. En un mundo empresarial cada vez más competitivo, ¿qué pueden aprender los líderes y equipos de las estrategias deportivas de alto rendimiento? El libro revela cómo las técnicas y los principios del deporte pueden ser la clave para alcanzar el éxito en el ámbito corporativo.
Las tácticas ganadoras del deporte de élite pueden aplicarse al ámbito empresarial con el fin de maximizar el rendimiento, fomentar la cohesión de equipo y liderar con éxito en un entorno competitivo y en constante cambio.
En el rendimiento de cualquier equipo siempre habrá quienes quieran participar, quienes no quieran pero que aporten y quienes no quieran de ninguna manera. Solo queda asumirlo y tomar decisiones para que la balanza del equipo se incline hacia aquellos que están comprometidos, señalando a quienes pueden “reciclarse” y a los que nunca lo harán. Estas decisiones pueden implicar acciones, planes, procesos o trabajos que, a veces, no conducirán a nada trascendental, pero que unirán al equipo y permitirán desplazar a quienes no desean estar. El resto de las medidas serían “brindis al sol.” Primero, hay que solucionar esto.
Ésa es la realidad. Por mucho que dotemos a un equipo de recursos y de un entorno maravilloso, si no gana, si no tiene resultados ni éxito, todo esto se convertirá en una “jaula de oro.” Estarán bien, pero bloqueados, y cada vez más sumergidos en el desgaste, la pérdida de motivación y de confianza. Los equipos deben construirse desde la base de los resultados pequeños, medianos y grandes. Si se construyen solo desde las condiciones para alcanzarlos, su rendimiento siempre dependerá del contexto, el mercado y las condiciones económicas.
Sentarse en el banquillo ayuda a comprender la propia posición en el equipo: en qué se está contribuyendo, si el rendimiento es adecuado, si se cumplen las expectativas, si se “vale” para estar en el equipo o si se queda uno corto. Hay que sentar a los profesionales en el banquillo: desconectarlos unos días, cambiarles de equipo, de posición, de roles y tareas, abordarlos delante del equipo y en equipo, y comunicarse con ellos con datos reales. Éstas son medidas de “banquillo” que debemos utilizar en los equipos empresariales si queremos que mejoren.
Debemos ser dinámicos en el cambio de los entornos de rendimiento de los equipos. Cuando éstos logran resultados, tenemos que modificar con ellos las condiciones, situaciones y momentos para ir un paso más allá, evitando caer en la zona de confort. Si no, nos estamos preparando para empezar a perder. En cuanto un equipo se acostumbra a ganar, debemos definir cuáles serán los problemas futuros para dejar de hacerlo, preparar entrenamientos para afrontarlos y jugadas para utilizarlas en los momentos adecuados. Los comportamientos y hábitos de rendimiento se relajan y dejan de ser útiles para enfrentar los retos: nuestros rivales nos toman la medida, y ya no podemos reaccionar.
La pizarra soporta todas las jugadas; la realidad de la competición, no. Incluso el entrenamiento soporta muchas variables que la competición “devora” rápidamente. La competición requiere que la operativa para el equipo se ajuste mucho más, trabajando en comportamientos y hábitos de rendimiento que incidan en los pequeños detalles. Si no es así, nuestra operativa será solo de cara a la galería y no justificará los resultados, sean buenos o malos, lo cual nos bloqueará e impedirá seguir progresando.
No existen fases por las que pasa un equipo; los equipos siempre están latentes en diferentes estados, esperando a ser despertados. Cuando vas a entrenar a un equipo, ya existen relaciones automáticas y naturales que se generaron antes de que las puedas ver. Por eso entrenamos: para detectar rápidamente quiénes se conectan y coordinan con comportamientos y hábitos de rendimiento, porque ellos serán la base del equipo. Desde y con ellos, hay que empezar a trabajar. Si crees que has creado un equipo, ya estás empezando a perderlo.
Estos puntos son básicos y los he aprendido fruto de mi experiencia entrenando equipos deportivos y empresariales. Y es cierto, son una obsesión y requieren dedicación para trabajarlos. Los equipos son tan volátiles como los resultados que logran: hay que estar muy pendientes para consolidarlos y ajustarlos a largo plazo, porque el rendimiento es una carrera de fondo que exige en cada zancada.