Miguel Ángel Valero
'Mi querida Lucía', el estreno en la novela negra de La Vecina Rubia, autora de 'La cuenta atrás para el verano', 'Contando atardeceres' y 'La chica del verano', es la demostración de que las historias no son dueñas de uno mismo, sino de todos aquellos quienes las leen. En un sofocante verano, Lucía Romasanta, astróloga, madre soltera y redactora de la sección del horóscopo con más éxito del país, recibe una perturbadora carta, que la hace directamente responsable de la muerte de alguien si no toma partido.
A esta primera carta le seguirán otras, cada vez más violentas, más amenazadoras, más personales. Hasta que Lucía se pregunta si podría haber evitado esas muertes.
La espectacular edición de Libros Cúpula, luminiscente y con una dedicatoria manuscrita de la autora, ofrece una historia tan sólida como inesperada, que no deja indiferente a nadie, y que busca la complicidad del lector para que se sienta parte de ella.
Es un relato sin artificios, arriesgado, poco convencional, apasionante, psicológico, un ejercicio de sensaciones, con un estilo sarcástico e inteligente. La tensión psicológica engancha al lector desde el primer momento y no desaparece hasta el inesperado y vertiginoso final, gracias a la dosificación de la información y al desarrollo de una trama poliédrica.
Su gran acierto es la búsqueda de una perspectiva basada en la experiencia que permite al lector vivir la historia en primera persona, ser partícipe del contexto, del sufrimiento de cada uno de los personajes, llegando a empatizar con ellos, o no.
Es también una novela sobre el miedo, que "solo existe cuando tienes el conocimiento suficiente para saber que está ahí" (página 200). Aporta una cita de Séneca: "Donde hay miedo, no hay felicidad" (página 423).
Pero también sobre el amor, que "sobrevive por la confianza en uno mismo" (página 292). Y sobre la culpa: "uno no puede estar martirizándose por las cuestiones que no puede controlar", "la culpa es necesaria, nos hace mejorar y darnos cuenta de los errores, pero hay que tener mucho cuidado con ella, porque si sobrepasas el límite permitido, te ahoga y no te deja salir a flote" (páginas 305-306).
Y sobre la inteligencia: "Decía Kant que la inteligencia del individuo se mire por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar" (página 347).
En su cuarta novela, La Vecina Rubia reivindica la opción del anonimato: "como escritora, lo más interesante de ser anónima es que puedes adoptar la imagen literaria que quieras".