02 Aug
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Miguel Ángel Valero

En 2006 el reino de Bután camina hacia la democracia por decisión de su rey, dispuesto a renunciar a la corona, traer la televisión e internet, e introducir la democracia. Pero la población no está preparada, y se organiza un simulacro de elecciones, con tres partidos ficticios, el azul, el rojo y el amarillo, para acelerar el aprendizaje entre una población rural que hasta el momento ha vivido feliz en la ignorancia de las bondades democráticas. En la ciudad de Ura, un lama, inquieto por la novedad, pide a uno de sus monjes que le proporcione todos los rifles que pueda conseguir, antes de la luna llena, que es dentro de cuatro días, y que coincide con la cita electoral, para llevar a cabo un ritual. Al mismo tiempo, un guía local pone en contacto a un coleccionista de armas estadounidense con el propietario de un rifle que se remonta a la Guerra de Secesión; y una familia ve sacudida su rutina diaria.

Es el argumento de 'El monje y el rifle', dirigida por Pawo Choyning Dorji y que llega a los cines españoles de la mano de A Contracorriente Films. Se trata de una acertada combinación de sencillez, ingenuidad y sátira., que produce una comedia agradable y amable, en la que ni la tradición ni la modernidad se salvan. El resultado es una conmovedora parábola sobre la imposibilidad de abrazar la modernidad sin tener en cuenta el pasado.

Acertada también la composición de tramas y conflictos, el uso inteligente de la ironía, con una narración ágil y picante, que demuestran el sentido del humor y la aguda capacidad de observación del director. 

'El monje y el rifle' muestra cómo un pueblo remoto se enfrenta a los cambios que el proceso de modernización implica (la llegada de la televisión, de internet, de los teléfonos móviles, de los procesos electorales) y cómo la avaricia, los celos y las rivalidades derivados de ellos perturban la convivencia.

Con una estética basada en el 'western', el director aprovecha para hacer una sátira sobre el intervencionismo de Estados Unidos y su obsesión con las armas de fuego. Hasta el punto de hacer que el espectador se cuestione que si eso es lo que la democracia ha aportado a Occidente ¿para qué es necesaria en Bután? 

En ese sentido, la película es un escaparate de las costumbres y de los paisajes de Bután. Y una interpelación para el espectador occidental, que seguramente es incapaz de entender por qué iba alguien a cuestionarse los beneficios de tener derecho al voto.


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