26 Oct
26Oct

Miguel Ángel Valero

"La fuerza del relato. Cómo se construyen los discursos ideológicos con los que nos quieren gobernar", del guionista, productor, director y miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, Luis María, y editado por Sekotia, es un libro que asusta a lo largo de sus 189 densas páginas.

Asusta porque habla muy claro de lo que está pasando, de lo que el autor llama la 'netflixización' de la sociedad, de cómo el consumo de  contenidos en streaming influye en la forma en que las personas perciben  la realidad.

Entre citas, "Las mejores historias solo les ocurren a aquellos que son capaces de contarlas" (Paul Auster), "Las multitudes no han conocido jamás la sed de la verdad. Exigen ilusiones, sin las cuales no pueden vivir" (Sigmund Freud), "El relato, la narración, es la llave de todo" (Stanley Greenberg), esta obra muestra, y demuestra, que la ficción gobierna nuestras vidas. Su narrativa se ha convertido en el lenguaje prioritario que ha conquistado el ámbito cotidiano de todo contexto político, social, mediático, cultural, empresarial e institucional. Vivimos en una sociedad construida por el relato, desde el relato y para el relato. 

Porque todo el mundo quiere que le cuenten una historia, quiere escuchar o ser el protagonista de ella. "Todo el mundo lo quiere todo. Y, además, quiere que se lo cuenten como si fuera una película", insiste el autor. 

El resultado es un lenguaje anestesiador, plagado de eufemismos, figuras retóricas, giros y terminología de un buenismo que, en realidad, es la herramienta más audaz para el control hegemónico de la estructura social.

"El poder del discurso de las emociones en la era de la manipulación se ha transformado en la narrativa del engaño, un escenario donde la ficción, como si de un opiáceo se tratara, termina moldeando la percepción de nuestro entorno y de nuestra realidad. Contar para conquistar. Contar para dominar. Contar para asustar, para deformar, controlar, enamorar y provocar", advierte Luis María. 

Porque "el relato de la ficción es utilizado para que el público se identifique con una causa determinada, haciéndole creer que ha caído en el lado correcto de la historia". Todo pasa por construir una cosmología narrativa que nos haga creer que estamos en el lado correcto de la historia. Todo pasa por fabricar ilusiones donde la sociedad quede atrapada entre la emoción y la palabra. 

En la era de las comunicaciones digitales, el discurso es el momento. La noticia es ficticia y la ficción es el argumento. Triunfa el que cuenta la mejor historia, y vence quien maneja mejor el relato. Hoy gana quien cuenta la mejor historia. O su mejor historia. Y la mejor historia no es más que la que nos identifica con el lado bueno y correcto del relato. 

Una historia bien contada capta la atención del público, hace aplaudir a éste. "Una historia que cuenta lo que el público quiere escuchar, si conocemos su estado emocional y predisponemos el espacio para generar el conflicto, es convertida en una especie de catecismo ideológico que no necesita la verdad para ser adquirida con fervor irracional para hacerla sobrevivir en el tiempo", avisa Luis María.

El autor cita a Voltaire: "Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable". Y vaale más una mentira mal contada, que una verdad por contar

"La política, ese espacio cada vez más necesitado de las emociones y más hostil con la verdad, busca procesos de la narrativa de ficción, la manera de echar sus redes en nuevos caladeros de votos que puedan legitimar sus discursos, y perpetuar así sus ansias de poder. Las urnas se llenan de emociones. La política queda reducida a titulares donde la verdad es tan incómoda como prescindible y peligrosa", subraya el autor de 'La fuerza del relato'.

Los sentimientos se elevan progresivamente a la categoría de verdad gracias a un relato perfectamente programado que adoctrina el ideario colectivo y aniquila todo conato de resistencia, contraargumento y oposición. 

"Hemos pasado del llamado estado del bienestar a un estado de agitación colectiva debido a un exceso de estímulos cuyo objetivo principal es fomentar el consumo masivo de contenidos", insiste. Mientras tanto, las redes sociales abrazan el eslogan en la 'sociedad de los ciudadanos sin tiempo'

"La educación en democracia tenía que consistir en hacer a los ciudadanos inmunes a la elocuencia", afirmaba Bertrand Russell. En la misma línea, Luis María alerta: "Si hacemos de la política el arte del engaño, convertiremos la vida en una ficción; el progreso, en una farsa; y la esperanza, en una difamación".

Porque "la degradación del relato puede llevar a una lesión de las instituciones, mientras que la degradación moral envilece la emociones. La dictadura de las mayorías, disfrazadas en el discurso hegemónico de unas minorías, provoca un nuevo opio del pueblo, ansioso por devorar estos relatos para sanar miedos y saciar sus propios intereses personales"

"No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría", enfatizaba Jean Cocteau

El miedo es una construcción de la mente. Y la mente es el motor del mundo. Si la gente tiene miedo, la razón se disipa. El instinto toma las riendas. La emoción se desborda. Y el lenguaje se vuelve un cuchillo afilado. El miedo es una puerta abierta para el discurso. Porque en el miedo la mentira encuentra su mayor aliado.

"Cuando la información pasó a ser un negocio, la verdad dejó de ser importante", aporta Ryszard Kapuściński. El resultado es que "el periodismo, que tiene, ante todo, el compromiso absoluto de transmitir la verdad a través de los hechos y narrar los hechos a través de la verdad, termina envuelto en la necesidad de utilizar las emociones para generar adictos al consumo de la información", clama Luis María, que recurre a más citas:

  • "Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano", Johann Wolfgang Goethe
  • "Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos", Tyler Durden
  • "El mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente", Louis Pasteur

Narrativa de la esperanza

En 'La fuerza del relato', Luis María no se queda en el diagnóstico, también propone soluciones. Como la narrativa de la esperanza, "una narrativa que, discerniendo correctamente entre los conceptos ficción y realidad, intenta iluminar el discurso para liberar, complementar y engrandecer al individuo y a toda la sociedad". 

La narrativa de la esperanza "es capaz de formar a la persona en la toma de decisiones sin un sesgo partidista y sectario que destruye la capacidad individual de elección". Y actúa como "muro de contención frente a un activismo destructivo y fanático que enfervorece a las masas a través de una agitación emocional".

"Contar una historia es algo necesario. Contar una buena historia es algo extraordinario. Pero contar la verdad es algo imprescindible", concluye Luis María en "La fuerza del relato".

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