Miguel Ángel Valero
En el túnel de una estación abandonada del Metro de Barcelona aparece un cadáver al que le han arrancado parte del rostro, colocando en su lugar una máscara del teatro noh tradicional de Japón. Pronto, para la desesperación de la Policía, surge otro cadáver en parecidas condiciones. El problemático pero concienzudo inspector Andreu Martí se enfrenta al caso más difícil, sobre todo porque le afecta personalmente.
Malenka Ramos da una vuelta de tuerca a la novela policiaca con 'El asesino de la máscara noh' (Contraluz, 548 páginas). Conocida por su trilogía erótica 'Venganza' y por sus novelas de terror ('Lo que habita dentro', 'La figura de arcilla'. 'El que susurra'), no es su primera obra del género, porque ya publicó en la misma editorial 'Los crímenes de Hamlet'.
Pero se trata de mucho más que una novela policiaca. Es una reflexión sobre la soledad, el engaño, el castigo, el poder de los fantasmas, la pasión, y sobre las tradiciones ancestrales.
"La soledad debe ser una elección y no una obligación. Tenemos el derecho de estar tristes. Hay un proverbio japonés que dice que la tristeza es como un vestido rasgado: hay que dejarlo en casa", narra Hirano, uno de los protagonistas de la trama paralela a la de Barcelona y que acontece en Tokio.
"El engañado niega lo que sucede porque se aferra a lo que realmente quiere que pase: nada. Ignorar lo que uno tiene delante, ese anhelo de pensar que todo está bien, que no existe el engaño, para no sentirse culpable", se cuenta en la página 193.
La clave de la novela está en la página 213: "los fantasmas en ocasiones tienen la fuerza que queramos darles. Reales o no, se alimentan de nuestros miedos y nuestras obsesiones". Frase que incluso llega a repetirse en la página 268.
Además de los fantasmas, está la pasión: "Sentirse vivo a través de una pasión era lo que verdaderamente hacía a la gente seguir adelante. Daba igual si esa pasión era un amor, un trabajo o un objetivo. Sin esa pasión, simplemente, no eran nada".
Claro, que el problema es que "hemos perdido el respeto por lo ancestral". "No somos conscientes de la fuerza que tiene la naturaleza y todos esos espíritus que la pueblan".
"Hemos perdido el respeto por lo que no podemos explicar", "vivir en armonía con los seres humanos, la naturaleza. Creer en algo superior que te ayude a llevar la vida, que te ayude a lograr lo que buscas", insiste Hirano.
La conclusión es que "somos una sociedad que necesita pensar que si hacemos mal las cosas nos castigarán. Puede que no en esta vida, pero sí en la otra. Dejar que las personas piensen que sus malos actos pueden quedar libres de castigo es un error",