16 Nov
16Nov

Miguel Ángel Valero

Irune, una mujer insegura, solitaria y con tendencias hipocondríacas, trabaja en una fábrica de papel situada en las afueras de un pueblo industrial en Álava. Su vida se limita a un reducido círculo de conocidos: sus compañeros de trabajo, una vecina con la que comparte algo parecido a una amistad, y un operador de Renfe a quien consulta horarios de trenes que nunca toma. Su frágil equilibrio estallará cuando se detecte un bulto en un pecho, lo que coincidirá con un conflicto laboral en el que se ve implicada. Es entonces cuando su vida toma un giro inesperado, ofreciéndole la oportunidad que, quizás sin saberlo, siempre había estado esperando.

Es el argumento de Los últimos románticos / Azken erromantikoak, la adaptación al cine de la novela homónima escrita por Txani Rodríguez, ganadora del Premio Euskadi de Literatura, y publicada por Seix Barral. La adaptación cinematográfica es obra de Marina Parés y David Pérez Sañudo, ganadores del Goya al Mejor Guion Adaptado por Ane, y llega a las salas de la mano de A Contracorriente Films.

Es una película sobre los giros que a veces da la vida brindando segundas oportunidades. Una historia de superación, compañerismo, y de amor que invita a reflexionar sobre el ser humano y su relación con los demás. Pero también sobre la transformación social y laboral, la nostalgia de tiempos pasados o la relación entre padres e hijos.

Acierta el director en evitar un discurso moralizante en su retrato sobre la fragilidad de la clase trabajadora, con una denuncia social sutil sobre la precariedad laboral y la deshumanización.

Pero no es una película fácil de ver, porque muestra una realidad sórdida, dolorosa, sombría, desgarradora, desesperanzada, difícil, por muy auténtica que sea. En ese sentido, se hace larga, porque cuesta empatizar con lo que se está viendo, con una mujer insegura (magnífica la interpretación de Miren Gaztañaga), un mundo en descomposición pese a la la lucha y al compromiso de algunos personajes, una atmósfera triste y agobiante, donde solo la fantasía deja oportunidad a que asome alguna alegría.

La protagonista está anclada en la nostalgia de lo que ya no es, mientras se desmorona todo lo que la rodea, y convierte cualquier trozo de papel en figuras, flores y pajaritas. Su vulnerabilidad se debe a una soledad, que no solo es con el mundo, sino por el miedo a encontrarse con ella misma. 

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