Miguel Ángel Valero
La economía española cerró 2024 con un crecimiento del 3,2%. Un dato que el Gobierno usa continuamente para presumir de liderazgo económico en Europa. Pero detrás del titular hay otra historia: "seguimos igual de lejos de la media europea en renta per cápita que hace 25 años. No avanzamos. No convergemos", subraya el analista Pablo Gil.
Según Eurostat, la renta por habitante en España, ajustada por poder de compra, se sitúa en el 92% de la media de la UE. Ocho puntos por debajo. Exactamente la misma distancia que en 1999. Aunque el PIB ha aumentado, otros países han crecido más y mejor. Incluso algunos del Este que antes estaban muy por detrás.
En un informe, Moody’s reconoce que la economía española h acrecido por encima de su potencial, pero matiza: una parte significativa del crecimiento en 2024 se debe al gasto público, que representó un tercio del avance del PIB. En 2023 fue incluso mayor: casi el 40%. El motor no ha sido la productividad, ni la inversión privada, sino el Estado.
Otro factor clave ha sido la inmigración. El fuerte flujo migratorio ha contribuido a impulsar el consumo y ampliar el tamaño de la economía, pero no ha ido acompañado de una mejora en infraestructuras como la vivienda o en la eficiencia del mercado laboral. Esto hace que, aunque el PIB total suba, el bienestar individual apenas mejore.
Moody’s también advierte de que España mantiene una calificación crediticia mediocre (Baa1), sin mejoras desde 2018. Y señala como causas principales los problemas estructurales de siempre: baja productividad, escasa innovación, minifundismo empresarial y una Administración pública ineficiente. Además, la presión creciente del gasto en pensiones y defensa complica aún más cualquier intento de consolidación fiscal.
Y aquí entra en juego una bomba de relojería que apenas hemos empezado a comprender los españoles: el compromiso de España con la OTAN de elevar el gasto militar hasta el 2% del PIB. Hoy estamos por debajo del 1,3%. Cumplir ese objetivo este mismo año, algo que se nos va a exigir, implicaría un aumento de más de 10.000 millones€ anuales. Pero si el objetivo sube al 3%, como ya plantean algunos socios europeos, son unos 25.000 millones adicionales cada año.
Las opciones que España tiene a su disposición para financiar semejante gasto no son tantas:
Asumir ese compromiso militar sin resolver los desequilibrios actuales sería una losa adicional para una economía que ya crece más por estímulo público que por su propia competitividad.
España, que llegó a rozar la media europea en los años previos a la crisis de 2008, ha vuelto a quedar fuera del grupo de países que superan esa referencia. Ha caído dos puestos en el ranking desde 1999, superados incluso por países que entonces ni siquiera estaban en la UE.
"El crecimiento del PIB no basta si no se traduce en mejora de la renta por habitante. Hoy España crece, sí, pero lo hace sostenida por el gasto público y por la inmigración, no por una economía más sólida o productiva. Y así, seguimos atrapados en un modelo que no mejora el bienestar real de los ciudadanos. Ahora, además, se suma la amenaza de tener que financiar un rearme forzoso en pleno contexto de fragilidad fiscal. La idea de convertir a España en un referente dentro de Europa sigue siendo un sueño, y cada vez más lejano, porque si, España crece... pero no converge", concluye Pablo Gil.