Cocina creativa en un entorno natural

Fotografías de Lucía Valero Merchante

Dicen que segundas partes nunca son buenas, pero el Mirador de Narcea, que se presenta también como El Ancla II (calle de Francos Rodríguez, 81; reservas; 91.866.97.68) desmonta, como pocos, el tópico. El segundo restaurante de Luis & Adelino, los fundadores del restaurante El Ancla del Lago en la Casa de Campo de Madrid, ofrece prácticamente lo mismo que su hermano mayor.

Es cierto que ya no se puede comer mirando al lago de la Casa de Campo, y disfrutando de las vistas del Madrid de los Austrias, el Palacio Real, la Catedral, el Museo de las Colecciones Reales, la Plaza de España. Pero sí se pueden degustar las propuestas gastronómicas en un entorno igual de envidiable: la Dehesa de la Villa, el otro gran pulmón de la capital madrileña.

El Ancla II Mirador de Narcea es fiel a sus orígenes, ofreciendo una experiencia gastronómica verdaderamente especial en plena Naturaleza. "Unimos la frescura incomparable de los ingredientes locales con nuestra devoción por la cocina creativa, dando como resultado platos excepcionales", aseguran sus promotores.

En ese sentido, sigue invitando a a disfrutar de momentos especiales con amigos y seres queridos. Desde la frescura de los ingredientes locales hasta la presentación cuidadosa de cada plato, cada detalle está diseñado para ofrecerte una experiencia única. 

Un acierto es que, en los días laborables, El Ancla II Mirador de Narcea ofrezca un menú del día a un precio atractivo.

También lo es que se mantiene la tradición de El Ancla del Lago y se abre boca con unos tomates de calidad inigualable, con un aceite de oliva realmente espectacular.

Como primer plato a compartir, una ensalada de pimientos con ventresca de bonito, que es una de las propuestas estrella de El Ancla del Lago que se han mantenido en El Ancla II Mirador de Narcea.

El gazpacho, con sus tropezones, no se queda atrás, y es una opción muy sana y nutritiva, sobre todo teniendo en cuenta que la marquesina del autobús más cercana al restaurante marcaba los 44 grados.

En la carta, los productos del mar son los platos estrella: las Rabas de calamar, o las Gambas al ajillo, el Lenguado a la parrilla, los Chipirones. Pero sobresale el Rodaballo de 1,2 kilos, a la parrilla crujiente con crema de carabineros. Sin menospreciar la lubina de 1,2 kilos a la parrilla, para dos personas.

El rodaballo, teóricamente para dos personas, alimentaría a cuatro. Es tan fino y suave que se come casi sin masticar. Además, muy bien acompañado por una salsa deliciosa, patata entera pelada, y una ensalada con naranja soberbia.

En carnes, el chuletón de vaca maduro, de un kilo; el entrecot; la parrillada de lomo de vaca al carbón, también de un kilo, la paletilla lechal, el solomillo de ternera al roquefort o a la pimienta, o el ibérico.

El entrecot estaba sencillamente delicioso, en su punto, muy bien guarnecido por patatas fritas tamaño king size.

En raciones, los mandahuevos de gula y gambas, de chistorra, o de jamón; el pulpo braseado con patatas revolconas, o los callos. 

En arroz, dos grandes propuestas, con bogavante o con carabineros. Que cuesta elegir y dan ganas de pedir los dos.

De postre, legendaria es la tarta de queso, como lo es también el arroz con leche casero.

Aquí la propuesta fueron unas filloas de crema acompañadas con helado de turrón.

Todo regado por un excelente tinto de verano, refrescante como el aire que traían los pinos de la Dehesa de la Villa.