26 Oct
26Oct

Miguel Ángel Valero

'Murciélagos blancos', la cuarta novela de Óscar Montoya ('Últimos días de maternidad', en 2017; "De otro lugar', en 2109; y 'Lo que te persigue', en 2021, las dos últimas publicadas también por AdN) es una novela extraña. Empezando por el argumento: Lucas, Gloria y María Celeste, tres chavales de Cuevas del Río (Granada), cada vez que coinciden en la cueva de los Fiambres se acuestan juntos en la misma cama, sueñan con ser escritores y se cuentan historias de miedo.

Este retrato de la España rural es, sobre todo, una reflexión sobre la adolescencia, la emigración, la corrupción de los adultos, la vigencia del rencor, el poder transformador de las palabras.

Los adolescentes protagonistas descubren pronto que "la revolución es imposible" porque "o rompemos con nuestros padres y nos importa un carajo de que les suceda, o no hay manera".

Para ellos, "la infancia es el único estado puro del ser humano, el único lugar donde todos somos iguales o muy parecidos, y nuestros pecados son generalmente perdonados, y somos tan frágiles e ilusos que no nos enteramos de nada".

Sobre el amor perciben que "hay gente que no es para nadie, que hay personas que no se pueden conquistar porque ya corre por sus venas el derecho de conquista". Y descubren "el lado más abominable del amor, la parte del amor que conduce a la violencia y el delito, porque implicaba que el amor era posesión".

"Decir que las mujeres de antes eran más fuertes que las de ahora no es nostalgia, es la pura realidad", asegura Gloria. "A las mujeres siempre nos quedará camino por recorrer porque estamos obligadas a caminar en círculos, tal vez porque es la única manera de comprobar y afianzar los derechos adquiridos: pasar por el mismo sitio una y otra vez, para que nadie nos quite nada".

A las tribulaciones de los adolescentes se suma la aparición por las cuevas de la familia más peligrosa del lugar, lo que reabre las heridas provocadas por unas tierras expropiadas, afloran las rencillas y la desconfianza.

Entre medias, un cabo de la Guardia Civil se pregunta: "¿Tendrán alma inmortal lis libros". Y Francisca, una mujer del lugar, lo tiene muy claro: "a los cuerdos hay que seguirles siempre la corriente; si no, se enfadan".

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