Miguel Ángel Valero
Tres gestores de renta variable de Capital Group, Eric Stern, Gerald Du Manoir y Caroline Randall, se preguntan si ¿Estamos ante un punto de inflexión del nivel de concentración de los mercados? Incluso tras la volatilidad que han registrado los mercados durante el verano, el nivel de concentración del índice S&P 500 sigue estando en cotas estratosféricas. A 31 de agosto de 2024, las diez mayores compañías del índice, entre las que se incluyen los gigantes tecnológicos, representaban el 34,2% de la capitalización total de mercado del índice.
El nivel actual de concentración del mercado es muy superior al que se registraba en el año 2000, punto álgido de la burbuja de las puntocom. Sin embargo, las comparaciones entre las compañías que lideran actualmente el mercado y las que lo hacían durante el periodo de la burbuja tecnológica en 1999 deben analizarse en contexto. Aunque elevadas, las valoraciones actuales de las grandes tecnológicas son notablemente inferiores a las del periodo anterior y están respaldadas por un sólido crecimiento de los beneficios empresariales. Por ejemplo, Nvidia ha duplicado con creces sus cifras de beneficios con respecto a las registradas el año anterior, alcanzando los 16.600 millones$ en el trimestre finalizado el 31 de julio.
El elevado nivel de concentración puede aumentar el riesgo de las carteras de inversión. Las grandes tecnológicas pueden verse afectadas por los riesgos normativos, los problemas tecnológicos y la posibilidad de que la inteligencia artificial tarde más tiempo del que se espera en resultar rentable.
"También hay una cierta circularidad en el crecimiento de los beneficios de las siete magníficas, ya que, en cierta medida, se financian unas a otras", señala Stern. De hecho, en torno a la mitad de los ingresos registrados por Nvidia en el último trimestre procedieron de cuatro compañías.
Primeros indicios de rotación del mercado
Antes de la fuerte caída que registraron los mercados a principios de agosto, ya había indicios que apuntaban a una mayor participación en los mercados. "El entorno de mercado nos ha estado diciendo que solo unas cuantas compañías estadounidenses de mega capitalización merecían tener unas valoraciones elevadas", afirma Gerald Du Manoir. "Pero hay muchas compañías de distintos sectores en los mercados internacionales con buenos modelos de negocio, flujos de efectivo sólidos y potencial de crecimiento de los beneficios. Creo que los inversores están empezando a reconocer que existe una gama más amplia de oportunidades de inversión", apunta.
Más allá del sector tecnológico, compañías como Safran, fabricante francés de motores a reacción, están aprovechando el aumento de la demanda mundial de transporte aéreo. La compañía genera también flujos de ingresos recurrentes gracias a los contratos de servicios y mantenimiento de los motores.
Muchas compañías tecnológicas han registrado un sólido crecimiento de sus beneficios. Pero también vemos un crecimiento sorprendentemente sólido, en relación con los datos históricos, en otros sectores, algunos de los cuales incluyen compañías con una política de reparto regular de dividendos.
"Creo que el mercado bursátil estadounidense va a mantener la tendencia actual y va a continuar alejándose de un nivel excesivo de concentración. En mi opinión, los inversores mostrarán un interés cada vez mayor en las compañías que estén vinculadas con temáticas de crecimiento a largo plazo, que generen flujos de caja libre a corto plazo y que repartan dividendos. Ahora que nos acercamos al inicio de los recortes de tipos de interés por parte de la Reserva Federal, es posible que los inversores vuelvan a mostrar especial interés por los dividendos", argumenta Caroline Randall.
¿Continuarán dominando el mercado las grandes tecnológicas, o aparecerá un grupo de compañías que se coronarán como los nuevos líderes del mercado? "Es difícil descartar la posibilidad de que las grandes tecnológicas conserven el liderazgo. Pero, a corto plazo, todas estas compañías están expuestas al riesgo de valoración, así como a diversos riesgos empresariales. Por eso trato de encontrar un equilibrio en mis carteras de inversión y busco oportunidades en una amplia gama de sectores, como el tecnológico, el sanitario y el industrial", responde Stern.
Por ejemplo, en el sector industrial, compañías como TransDigm, especializada en el diseño y la fabricación de componentes aeroespaciales, han tratado de aprovechar el aumento de la demanda mundial de viajes comerciales; GE Aerospace, que operaba como un conglomerado con intereses en los sectores de los medios de comunicación, la energía y la sanidad, se ha reorganizado y se ha especializado en la producción de motores a reacción.
Después de todo, las compañías que lideran actualmente los mercados podrían ser o no los líderes del futuro. De hecho, si nos fijamos en las diez mayores compañías por capitalización de mercado en el inicio de las últimas cuatro décadas, vemos que muchas de ellas registraron unos resultados relativamente modestos en los diez años posteriores. ¿Están las grandes tecnológicas destinadas a perder su liderazgo? "No necesariamente. Pero ahora estoy centrado en identificar cuáles pueden ser las compañías líderes del mañana", insiste Stern.
Lombard Odier: Trump puede transformar Asia
Por su parte, John Woods, CIO Asia de Lombard Odier, señala que en Estados Unidos, el voto popular, el Colegio Electoral y el Congreso Republicano indican un mandato abrumador de Donald Trump para el cambio. Este mandato tendrá repercusiones globales y Asia no será la excepción.
Asia ahora se encuentra en el centro de atención de la administración entrante. Una victoria de Kamala Harris probablemente habría significado continuidad en las políticas de Joe Biden. Un triunfo republicano, sin embargo, anuncia cambios importantes en los ámbitos político, económico, financiero y regulatorio. Se avecinan cambios profundos y rápidos para Asia. En comercio transfronterizo, monedas, apetito por el riesgo y geopolítica, la influencia de la nueva administración en Washington será de gran alcance. "En nuestra opinión, los efectos serán desafiantes y probablemente se materialicen más temprano que tarde, posiblemente durante la primera mitad de 2025" apunta el expertos de Lombard Odier.
La relación entre EE.UU. y China es fundamental para el compromiso más amplio de América con Asia, con el comercio desempeñando un papel clave y bipartidista. Desde la perspectiva de EE.UU., esta relación es ambivalente. Por un lado, China es uno de los socios comerciales más importantes de Estados Unidos; por otro, genera preocupaciones sobre desequilibrios comerciales, manipulación de divisas y distorsión del mercado.
El objetivo de un renacimiento de la manufactura en EE.UU. impulsa las promesas de la administración Trump de "recuperar empleos" y "hacer a América grande otra vez". Éste fue un aspecto clave de su campaña, respaldado por propuestas de aranceles y cuotas. Con posibles tarifas del 60% sobre bienes chinos y del 10% sobre el resto de la región, los riesgos son significativos.
"No obstante, ya hemos visto este escenario antes. En 2018, el presidente Trump apuntó a aproximadamente 360.000 millones$ en importaciones chinas para abordar preocupaciones sobre propiedad intelectual y reducir el déficit comercial. Aunque el impacto directo de los aranceles fue limitado, los efectos indirectos redujeron significativamente la confianza e inversión corporativa global", matiza.
Desde una perspectiva regional, los efectos secundarios de la política fiscal y monetaria de EE.UU. bajo la nueva administración podrían ser más extendidos que los aranceles. Un enfoque en el control fronterizo, recortes de impuestos y tarifas puede aumentar las presiones inflacionarias en la economía estadounidense, llevando a tasas de interés y rendimientos de bonos más altos. De hecho, tras la elección, "aumentamos nuestro pronóstico para la tasa terminal de la Reserva Federal al 4 %".
A medida que las tasas más altas de EE.UU. se trasladen a Asia, las economías locales –ya afectadas por una menor exportación– enfrentarán un panorama de crecimiento más débil. El dólar desempeñará un papel crucial en esta transmisión. Un dólar fuerte encarece las importaciones denominadas en esta moneda, elevando la inflación y tensando a los consumidores y empresas en países dependientes de importaciones. Además, las naciones con una deuda significativa en dólares enfrentarán mayores costos de reembolso, afectando los presupuestos nacionales y las inversiones en crecimiento.
"En este contexto macroeconómico desafiante, creemos que la pregunta sobre la oportunidad de mercado cambiará de 'comprar Asia' a '¿por qué Asia?'. Si bien puede haber oportunidades atractivas en acciones asiáticas, los mercados estadounidenses continúan atrayendo flujos de inversión, reflejando una economía dinámica y robustos resultados corporativos, incluidas las grandes empresas tecnológicas. Nuestra reciente decisión de aumentar la exposición de cartera a acciones de EE.UU. refleja este excepcionalismo económico estadounidense, que anticipamos persistirá a medida que los efectos macroeconómicos de las políticas de Trump se hagan sentir. Notamos que las perspectivas consensuadas sobre el crecimiento de ganancias en EE.UU. están a la par con las de los mercados de acciones asiáticas. Los inversores enfrentan una elección entre riesgo y oportunidad en Asia versus EE.UU., y, históricamente, han favorecido lo último", explica.
Aunque el dólar fuerte probablemente impulse las ganancias de las empresas asiáticas sensibles a la demanda de EE.UU., también podría aumentar la carga de servicio de la deuda para emisores cuasi soberanos y bancos cruciales para la región. Además, las empresas con deuda en dólares probablemente enfrenten costos de reembolso más altos, lo que tensionará sus actividades de financiamiento e inversión. En el primer mandato de Trump, los diferenciales de crédito denominados en dólares se ampliaron constantemente a medida que imponía aranceles, aunque se mantuvieron estables inmediatamente después de su elección en 2016.
"Creemos que las economías asiáticas mantendrán un crecimiento razonable en 2025, ya que el impacto económico de los aranceles es relativamente moderado en comparación con episodios recientes de estrés, como la crisis bancaria o la pandemia global. El giro de China hacia estímulos ofrece esperanzas de que el país pueda resistir el impacto de nuevos aranceles estadounidenses, lo que podría anclar el desempeño del mercado financiero de la región. Sin embargo, es difícil imaginar una creciente demanda global por activos de riesgo asiáticos antes de que el enfoque probablemente transaccional del presidente electo hacia los aranceles genere desarrollos más alentadores que sus promesas de campaña", añade.
El impacto más profundo de la administración Trump en Asia podría ser su efecto desglobalizador en las relaciones internacionales. EE.UU. se ha centrado cada vez más en intereses domésticos. Esta tendencia probablemente continuará y podría dejar espacio para que una China más asertiva llene el vacío. El deseo mutuo de EE.UU. y China de desvincularse de su relación económica ha evolucionado de una disputa comercial a un cambio más permanente. Asia orbita en gran medida alrededor de la economía de China y la influencia política de EE.UU., creando tensiones que históricamente se han manejado con pragmatismo y flexibilidad. Sin embargo, este equilibrio se está desgastando. A medida que cambian las dinámicas geoeconómicas de Asia, las estrategias de inversión locales deben adaptarse a las crecientes tensiones y puntos de conflicto. La incertidumbre económica derivada de posibles fallas en acuerdos comerciales y sanciones agrava la situación. Si bien muchas naciones asiáticas han mantenido una postura no alineada entre EE.UU. y China, el atractivo económico de China –especialmente a través de desarrollos de infraestructura multirregionales como la iniciativa ‘Belt and Road’– hace que la neutralidad sea cada vez más desafiante. Esto podría conducir a una realineación de posiciones, resultando en nuevas esferas de influencia.