Miguel Ángel Valero
Nada menos que la todopoderosa vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez, se ha movilizado para tranquilizar a Repsol ante el creciente deterioro de las relaciones diplomáticas con el Gobierno de España. Se ha reunido con el director de la unidad de negocios de Repsol en Venezuela para discutir las "alianzas con empresas" y avanzar en los planes de "cooperación energética". "Nuestro país sigue avanzando en sus planes de cooperación energética y en las alianzas con empresas que, como Repsol, confían e invierten en la primera reserva petrolera del mundo", insiste Delcy Rodríguez. Muy significativo es que la información sobre ese encuentro haya sido divulgada por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV).
Pero la realidad es que las empresas españolas temen los impactos de la crisis diplomática entre España y Venezuela. Es cierto que Venezuela es el cuarto país con menores inversiones españolas, con un peso del 12%, apenas superando a Cuba (2%), Paraguay (6%) y Bolivia (8%), según el Panorama de Inversión en Latinoamérica 2024, elaborado por ie University.
Pero no menos cierto es que España es el segundo mayor inversor extranjero en Venezuela, solo por detrás de Países Bajos. Nada menos que 72 empresas españolas cuentan con filiales en el país. Entre ellas, Telefónica, Mapfre, Meliá, IAG, Acciona, Alcatel, BBVA, Editorial Planeta, Santillana, Elecnor, Adecco, Dragados, Duro Felguera, Hesperia, Telvent o Sintel.
Telefónica compró en 2004 Telcel, la segunda operadora de telefonía móvil del país, con más de 10 millones de usuarios. La presencia de Repsol es mucho anterior, con la compra en 1993 de varios activos de crudo y de gas, pero su exposición a Venezuela se ha ido reduciendo con el paso del tiempo: de 1.700 millones$ en 2017 a 920 millones en 2023. Mapfre llegó en 1997 con la adquisición de una aseguradora.
A esto se suman el hotel de cinco estrellas de Meliá en Caracas, los dos que gestiona Hesperia (Valencia, Isla Margarita), o los vuelos directos entre Madrid y la capital venezolana de Iberia (IAG) y de Air Europa.
Venezuela tiene, junto a Cuba, la situación económica más complicada. Y además está considerado como uno de los peores países del mundo para la inversión extranjera, por la inseguridad jurídica y la turbulenta situación política. De hecho, la inversión extranjera prácticamente se limita a la reinversión de beneficios, cuando ésta no es obstaculizada por el Gobierno venezolano.
Tampoco ayuda un marco tributario muy complejo que, a juicio de más de la mitad de las empresas, no incentiva suficientemente su expansión en Iberoamérica. Venezuela solo es superada por Argentina y por Brasil.
Venezuela, además, aparece en última posición por sus perspectivas económicas en el estudio de ie University. Ocupa el primer lugar por inseguridad jurídica. Y el segundo por menor crecimiento económico. Por si no fuera suficiente, Caracas no figura entre las ciudades más atractivas para las empresas españolas.
Aunque el flujo inversor entre ambos países es importante, el comercial es muy reducido. España ocupa el noveno puesto como destino de las exportaciones venezolanas y como proveedor extranjero, con una presencia cada vez menor. El proteccionismo, la inflación y la falta de divisas influyen directamente sobre estas operaciones. Los fuertes descensos de las exportaciones españolas a Venezuela registradas desde 2013 se han debido al elevado grado de maduración de los proyectos, al menor volumen de importaciones totales que adquirió el país y a la dramática escasez de divisas disponibles.
Otra cuestión que preocupa, y mucho, es la deuda externa de Venezuela con España, que se ha triplicado en apenas cinco años.
Venezuela es el tercer país latino con más inversión extranjera directa acumulada (IED). Entre 2011 y 2020 se invirtieron 5.040 millones€, lo que supone el 10% del total de la inversión procedente de la región. El primer puesto lo ocupa México (con 28.004 millones y el 57%) y el segundo Argentina, con 8.076 millones y el 16%.
Pero, en cambio, hay una creciente presencia venezolana en España, fundamentalmente a través de inversiones financieras, inmobiliarias y empresariales de grupos familiares de elevados patrimonios que huyen del régimen chavista. Los ciudadanos venezolanos acaparan el 70% de los permisos de residencia concedidos por España.
Cuestión aparte es Abanca, entidad financiera española controlada y presidida por Juan Carlos Escotet, de nacionalidad venezolana pero nacido en Madrid el 23 de julio de 1959 e hijo de españoles emigrados a Venezuela. Fundador de Banesco y presidente de Banesco Internacional, que tiene presencia en Venezuela, España y Portugal (a través de Abanca), Estados Unidos, Panamá, Puerto Rico, Brasil, República Dominicana, Colombia, Suiza, Alemania, Reino Unido. También es el presidente del club de fútbol Deportivo de A Coruña, del que también es propietario Abanca. Está considerado como uno de los mayores empresarios privados de Venezuela.
El banco, que entró en España en diciembre de 2012 con la compra del Banco Etcheverría, un año más tarde gana la subasta de NovaCaixaGalicia, resultado de la fusión entre dos cajas de ahorros, Caixa Galicia y Caixa Vigo. En junio de 2014, se unen las dos entidades para crear Abanca. Además de ser un banco ibérico, con presencia en empresas gallegas como Nueva Pescanova, actúa como puente entre Venezuela y Europa.