Miguel Ángel Valero
Pese al vendaval de agua y viento (aunque Alejandro Izuzquiza, ya jubilado tras tantos años de servicio público en el Consorcio de Compensación de Seguros, 'barre' para su antigua casa y deja muy claro que no pasa de 30 kilómetros hora y por lo tanto no es un siniestro indemnizable por la entidad), ya estamos en Santiago, a pocos pasos de la Catedral. Momento que todos los años plantea la cuestión de si realmente en la tumba está el apóstol Sant Yago, castellanizado Santiago.
Santiago el Mayor formaba parte del grupo más cercano a Jesús de Nazaret, junto a María, la madre, María de Magdala, Pedro, y Juan, el discípulo amado. Así que su supuesta presencia en tierras gallegas no es precisamente un asunto menor.
Los negacionistas se han llevado varios varapalos seguidos últimamente, aunque continúan inasequibles al desaliento y a las evidencias. La supuesta tumba del apóstol fue descubierta en el siglo IX por el obispo Teodomiro, que 'contagia' su entusiasmo a Alfonso II el Casto, creador por cierto del primer Camino. En la necrópolis presuntamente estaban los restos de Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro.
En 1955 se descubre la lápida de Teodomiro, y muchos años después los test de ADN demuestran que en la tumba hay restos de una persona que vivió en el siglo IX.
Este año, pruebas de ADN confirman que otros restos corresponden a una persona del siglo I, sin que hasta ahora se haya logrado identificar si son de Atanasio o de Teodoro. Y posiblemente no se logre nunca.
El caso es que gracias a la tumba encontrada por el obispo Teodomiro en el siglo IX, Santiago de Compostela se pone a la altura de Roma (los romeros) y de Jerusalén (los palmeros). Por cierto, que en España hay otras dos ciudades 'santas': Caravaca de la Cruz y Santo Toribio de Liébana.
Pero los negacionistas insisten en que no está demostrado que el apóstol esté enterrado en la Catedral. Hombre, si hay restos de al menos uno de sus discípulos, parece lógico pensar que éstos llevaron los de Santiago con ellos.
Los negacionistas también evolucionan y su último 'hallazgo' es que el Camino de Santiago es la adaptación por parte de la Iglesia de la Ruta de los Fenicios, que al parecer comenzaba nada menos que en Lixus (Marruecos). La demostración de esta tesis es el petroglifo de Auga dos Cebros que representa un barco fenicio del siglo II aC.
Pero aceptemos, como hipótesis de trabajo y exclusivamente para este fin, que todo esto es una patraña del obispo Teodomiro. obviando que hay restos de una persona del siglo I dC, para hacer que la ciudad se ponga al nivel de Roma y de Jerusalén, crear el Camino que facilitó la creación de Europa, la conservación de la cultura y del arte gracias a los monasterios, conventos, catedrales, iglesias fundados en este largo peregrinaje que coincide con la Vía Láctea.
René Descartes plantea en su duda metódica o hiperbólica que todo lo que pueda resultar objeto de duda debe ser descartado como algo cierto. No importa que no sea razonable dudar de ello, si puede ser puesto en duda es suficiente.
Vale, casi todo es mentira. No está Santiago enterrado en la catedral, como mucho sus discípulos o alguien del siglo I. ¿Y qué? ¿Acaso deja de ser el Camino una experiencia que te cambia la vida?, ¿ya no son mágicos los parajes que llevan a ese lugar?
El que iba a Belén ¿tiene la certeza de estar en el sitio donde la tradición cristiana sitúa el nacimiento de Jesús de Nazaret? Y el que va a Roma, ¿puede asegurar que están allí enterrados los restos de Pedro, el pescador que llegó a ser el primer Papa pese a traicionar a su Maestro tres veces antes de que cantara el gallo?
La fe, capaz de mover montañas, lo es también de crear un Camino que es indisoluble con la historia de España, de Europa, del cristianismo, y de cualquier espiritualidad, estén o no los restos del apóstol Santiago en la Catedral. Lo mismo que sucede en Belén, en Jerusalén, o en Roma, en cualquier centro relevante de cualquier religión del mundo.
A los peregrinos que comenzaron a andar hacia Santiago a partir del siglo X poco menos que les importaba un ardite que los restos de Santiago el Mayor estuvieran allí o no. Era su fe la que movía sus piernas hacia este lugar. Y así sucede ahora, muchos siglos después, cuando miles de personas de todas las razas, religiones y motivaciones hacen el Camino.
No está el apóstol en la Catedral. ¿Y qué? Haz el Camino, prepárate para el Año Santo Compostelano de 2027. Incluso aprovecha que en 2025 habrá Jubileo en Roma, el gran 'competidor' europeo de Santiago, por la bula Spes non confundit (La esperanza nunca decepciona/defrauda) lanzada el 8 de mayo por el Papa Francisco, para el mundo el argentino Jorge Bergoglio, con el lema 'Peregrinos para la esperanza'.
El peregrino o conchero es un extranjero, en el sentido de trascender, de viajar lejos hacia lugares donde se custodiaban reliquias santas o hasta lugares sagrados. El peregrino realiza dos Caminos, el real y el simbólico. Éste supone un Camino de búsqueda interior, de encuentro y de renovación.
En los Años Jubilares, un peregrino logra la Indulgencia Plenaria, se le perdonan "todos los pecados, previo reconocimiento y arrepentimiento de los mismos". Porque Dios no emite cheques sin fondos, y exige examen de conciencia, dolor de los pecados y la contrición del corazón, confesión de todos los pecados, propósito de enmienda, y cumplir la penitencia.
Por tanto, déjate de pamplinas sobre dónde se encuentren los restos del apóstol para vivir gracias al Camino "una experiencia vital que va más allá del esfuerzo físico" y disfrutar de "una oportunidad para reflexionar, conectar con los demás y avanzar juntos hacia un objetivo común". Para encontrarte contigo mismo, sentir el anhelo de infinito, y escuchar el verdadero mensaje del Camino: Ven y sígueme.
Como hizo Santiago el Mayor, entre otros. Esté o no enterrado en la Catedral.