Miguel Ángel Valero
En estos 25 primeros kilómetros del Camino del Norte ha habido tiempo para todo, gracias también al buen tiempo, ni frío ni calor ni lluvia, el más indicado para andar. Así que las improvisadas tertulias caminantes han dado mucho juego. Hay un gran interés, fácilmente perceptible, en que el Camino de Santiago Cojebro Solidario continúe mejorando en próximas ediciones.
Hay unanimidad absoluta en que es un modelo imposible de replicar o de copiar, aunque, como todo en la vida, puede mejorar. Donde no existe esa unanimidad es en el cómo, porque hay tantas opiniones como personas.
Por el lado de los hoteles, el margen de mejora es mínimo, por no escribir inexistente. Los equipos de Cojebro seleccionan siempre los mejores en cada zona. No hay más que ver el impresionante Iberik Gran Balneario de Guitiriz & Golf, con la única mezquita existente en Lugo, que procede de las tropas moras que acompañaron a Franco en la sublevación militar que provocó la Guerra Civil.
Algunos peregrinos proponen que sea la logística de Cojebro quien gestione el transporte, pero ese deseo choca con la realidad de un colectivo de cerca de 300 personas que entran, salen, llegan y se van, cada uno en función de sus necesidades. Además, supondría una carga adicional de trabajo para unos equipos que rayan la perfección precisamente porque sus tareas son asumibles.
Ideas más peregrinas se suceden sobre el avituallamiento líquido. Unos proponen chocolate con churros, sin darse cuenta de que esa ingesta, por un lado muy energética pero por otro necesitada de un cierto reposo posterior, dificultaría la caminata hasta el avituallamiento sólido.
Sobre éste, más ideas peregrinas, como las ostras, cuando hay gente que es alérgica a ellas aunque no lo sepa. Algún sibarita propone caviar, entiendo que se refiere más bien a algún sucedáneo, porque los recursos de Cojebro no son un saco sin fondo.
Además, cada comida tiene su sorpresa. Hoy, la paella, los torreznos. Mañana, quién sabe qué preparará el equipo encargado de alimentar a dos centenares de peregrinos hambrientos tras un paseo de dos decenas de kilómetros.
Sobre las cenas, algún espabilado propone una mariscada, con los problemas de reacción alérgica que puede generar, No parece tampoco la mejor idea para una adecuada digestión cuando hay que acostarse pronto para la siguiente etapa de 25 kilómetros.
Sorprende que muchos prefieran Los Abetos al Parador. Es cierto que éste es más incómodo, pero es un lugar maravilloso, que permite contemplar la Catedral iluminada por la noche, o bañada por la bruma a primera hora, y sus paredes rezuman historia. Una alternativa puede ser el Parador de San Francisco, que está justo debajo. Pero para gustos, los colores.
La lección de esta experiencia de tertulias caminantes es que lo que ya funciona muy bien, mejor no tocarlo. Porque es más fácil estropearlo que mejorarlo.
Así que buen Camino.